MELUERDA, UNA ALDEA SINGULAR.


EN LOS DOMINIOS DEL BOSQUE

Meluerda levanta pasiones. Nadie que visite este inveterado pueblo del dominio riosellano se queda impávido. Tal es su gracia. Y es que no responde al arquetipo de aldea asturiana donde las casas se apelmazan buscando mutuo cobijo alrededor de un centro de sabor añejo. No. En Meluerda las moradas humanas, no más de medio centenar, se ocultan temerosas unas de otras, y parecen haber surgido a su libre albedrío, como de una sinrazón franca e independiente. Las viejas casonas, con la sola traba del arbolado salpican, salpican el valle costero que, aun a dos kilómetros de la mar, a salitre huele.
Es Meluerda, casi -todavía- un bosque. Decenas, cientos de árboles llenan el espacio abierto. Porque aquí los vecinos plantan, pero no cortan. Cuidan, pero no arrasan. Muchos, muchos árboles: arces, higueras, chopos, castaños, robles, acebos... Y, sobre todo, encinas de caliza sabia, texos de textura mitológica y cerezos de buen porte. Es el paraíso, presumen los lugareños, de les “más roxes cereces”.
Las casas revejidas, solo una hay blasonada en estos pagos, han respetado las vegetales manchas con las que se guarece el pueblo de la inverniza lluvia y del ardor del estío. No hay aquí plaza ni centro, solo un laberinto de caminos y callejas de inverosímil trazado que se cruzan y se abrazan, y se juntan y se separan sin sentido aparente. Por eso el pueblo o encanta o disgusta, pero a nadie deja indiferente.
Cada paraje, cada barrio, casi cada casa, tiene un nombre. El Tarnu, El Torrexón, El Jo, Cubera, y tantos otros, designan los rincones del pueblo, que del ganado vive y con el turismo sueña. Pertenece Meluerda como Camangu, Collera y Truyes, a la parroquia de San Martín de Collera, que se levanta a un paso hacia el Oeste por peregrino sendero. Tiene dos capillas: una dedicada a San Julián y otra a Nuestra Señora de la Asunción. Fue esta última en su mocedad convento de arrestamiento y hoy cuida con mimo el eterno descanso de muchos vecinos.
Pero no son los hombres ni los árboles los únicos habitantes del pueblo. Llama la atención del forastero la muy grande, ingente, cantidad de animales que allí moran. Como también sorprende la buena relación que mantienen. Pues es frecuente ver decenas de gallinas, perros, gatos, patos, gansos, vacas, y alguna cabra, casi en perfecta armonía.
Pero el más viejo de los “meluerdudos”, que así se apellidan a si mismo los lugareños se levanta imponente y majestuoso en lo que llaman El Valle, junto a la capilla de San Julián. Es un texu, orgullo del vecindario, cuyo origen se remonta a los albores de este milenio. Ni siquiera los tatarabuelos de los tatarabuelos de los más viejos vecinos de la aldea podrían decir, si vivieran, cuando nació. Aseguran algunos que el robusto árbol fue plantado en conmemoración la batalla de Covadonga.
Suena a leyenda, pero quizá no muy lejos en el tiempo de aquella escaramuza brotó el otrora retoño. Junto a él aprenden a crecer dos pequeños novicios, uno octogenario y otro que ronda la treintena. Apenas ha llegado, para ellos, la pubertad.
Para confirmar su rareza, Meluerda vive también sin el sonido de un río. Solo un pequeño arroyo cruza la ciudadela, pero siempre bajo tierra, y busca, esquivo, el regazo del Sella. Nada más cuando la lluvia aprieta se atreve a mirar los campos enverdecidos.
Un camino empedrado, de romanos recuerdos, atraviesa los campos de labor, olvidado ya por casi todos. Es la caleya de Villarriondu, que hace requiebros hasta desaparecer al pronto tragada por las modernas carreteras de oscuro asfalto. El Picu Cueri, de casi ochocientos metros de altitud, observa el pueblo desde el Meridión. No puede el visitante dejar de acercarse a la costa. Los pedrales de Arra, Tomasón -en Camangu- y Arbidel -junto a Ribadesella- hacen de playa en estos parajes donde las olas no pudieron pulverizar la roca.
Tampoco sería de recibo dejar a un lado el resto de los pueblos de la parroquia, y se hace obligado un recorrido por Collera y Camagu. Restaría sólo Peme, una aldea perdida entre los montes cantábricos, a la que solo puede llegarse caminando. Desde Meluerda conviene seguir un camino peonil que cruza junto al Picu Cabezu en apenas hora y media de marcha. Merece la pena.

Ramón Díaz en La Nueva España, Abril de 1994.



Vista de Meluerda desde Cueri, Sierra Les Pandes

...dámosles y otorgámosles todos ntros realengos y rilleros q. avemos en las tierras de los alfozes de Melorda y Letúas, sitos a diestra y siniestra del río que dicen Sella...
... y que lo hayan livres e quitos y q. ellos pueblen en el lugar llamado de Sta María del Puerto...
...Y para q. esto sea firme, mandémosle sellar con ntro. sello y lo signamos en la ciudad de Zamora en dia feriado de lunes, a diez y nueve dias andados del mes de nobiembre y en hora de mil y doscientos setenta annos... Alfonso rey

Este extracto de la carta fundacional de la Pola de Ribadesella es el documento que incorpora a la historia a Melorda (Meluerda) como antiguo territorio, junto con Letúas (Leces) que fueron llamados a formar el actual concejo de Ribesella. En la documentación del Monasterio de Celorio se atestigua la vigencia del terrritorio de Meluerda hasta décadas anteriores a la constitución de la Puebla de Ribadesella "...mandando en Meluerda Sebastián González en 1241".

Hoy Meluerda, lugar de el concejo de Ribadesella y parroquia de San Martín de Collera, es el mas extenso de el concejo. Situado en la rasa costera entre la sierra Les Pandes, los acantilados de Arra, la parroquial de pueblu les cereces (ahora ya abandonados los árboles y el campo en recesión eso queda en historia)... varios edificios destacan en su patrimonio, como el palacio de el Retiru fundado en el siglo XVI por Gonzalo Martínez de Junco. De su primitiva fábrica conserva la fachada (muy afín al palacio de Prieto-Cutre, actual Ayuntamiento de Ribadesella); tuvo una capilla, Santa Dorotea, ya desaparecida. La casa de los Manjón en el barrio del Valle, justo enfrente de San Julián (siglo XVII) y el texu donde tenían lugar juntas vecinales; las capillas de Nuestra Señora, la ya referida de San Julián (del que se celebra fiesta en Enero) y especialmente La Velilla en Agosto.
Collera y Camangu, posee entre su caserío, normalmente disperso o formando pequeños barrios; Caravia, Cuquía, Cubera, El H.o, La Calzada, El Tarnu, El Toledanu, El Valle... que se recorren por infinidad de caminos que los comunican y nos hacen contemplar la variada vegetación arbórea de Meluerda, que tuvo fama de ser llamau el
En este siglo XXI Meluerda, como otros lugares antiguamente conformados en torno a la ganadería y la agricultura, está experimentando un cambio (grande); la presión urbanística en forma de viviendas unifamiliares y pequeñas urbanizaciones dan un giro a este lugar que nosotros conocimos como una aldea (guapa) donde se uncía el ganao y se iba a la yerba, a rozu, o a esparder cuchu, donde se segaba con gadañu y se escuchaba el cabruñu...tac, tac, tac... de noche con la linterna petaca; andábase a ñeros, lo primero al güeyu o al cerruyu a por agua pal día, pe la tarde tocaba a les vaques dir, ordeñar... un vasu y la partida en Casa Pacho o el Torroxón... el domingo a misa a Collera... o el sábado a Camangu... todo esto quedó atrás, no hay vuelta de hoja y hoja...lá que aunque lo que vemos ahora no nos guste hay que pensar que los tiempos cambian y el futuro de muchos pueblos como Meluerda pasa por ser colonizados por gente que aprecia las aldeas como un lugar de (segunda o primera) residencia y nunca (o casi) como su medio de vida.
















Meluerda, capilla de San Julián y el texu


La Sierra Les Pandes desde Nocéu



1 comentario:

Alberto Santomé dijo...

Me gusta este blog!

para cuando haces una entrada sobre camango?!

buen trabajo!